Las estrellas en enero: el Can Menor, Géminis y Auriga
Aunque una fría noche de enero en el hemisferio norte no parece el mejor momento para realizar una observación astronómica, no hay nada más lejos de la realidad. Una fría y limpia noche de enero puede enamorarnos para siempre. El cielo de enero en las latitudes medias del hemisferio norte está dominado por la Vía Láctea, cruzando elegantemente la bóveda celeste de noroeste a sureste. La riqueza de estrellas brillantes de esta zona es inigualable y es que enero está iluminado por las grandes luminarias que jalonan la Vía Láctea; de sur a norte: Sirio en el Can Mayor, Rigel y Betelgueuse en Orión, Aldebarán en Tauro y Capella en Auriga. A un lado y otro de la Vía Láctea brillan Rigel (en Orión) al oeste y Proción (en el Can Menor), Cástor y Póllux (en Geminis) al este. Hay pocas épocas del año en que puedan verse al mismo tiempo tantas estrellas de primera magnitud. Si en Verano tenemos el conocido «Triángulo de Verano» formado por Vega, Altair y Deneb, en Invierno esta figura geométrica se nos queda corta, y debemos de recurrir al «Hexágono de Invierno», formado por Rigel, Sirio, Proción, Cástor (o Póllux), Capella y Aldebarán. Para aquellos que aún esten comenzando a descubrir las bellezas que el Universo nos enseña noche a noche, además de aprender a reconocer las constelaciones, el conocimiento de estos curiosos asterismos puede ser útil para saber orientarnos en el firmamento.
El cielo durante el Invierno nos deleita con un precioso contraste proporcionado por la geometría de nuestra Vía Láctea. Este camino lechoso (que desgraciadamente sólo podemos observar alejados de la contaminación lumínica de las ciudades) está formado por miles de millones de estrellas como nuestro sol y conforma lo que en astrofísica conocemos como galaxia espiral, pero no es una galaxia cualquiera, es nuestra galaxia, es la Galaxia (con G). Todas estas estrellas se encuentran repartidas a lo largo de un disco de cierto grosor, de ahí su apariencia como una banda lechosa. Imaginemos que nos encontramos corriendo la San Silvestre madrileña… pero sobre una pasarela de cristal. Si miramos hacia atrás, derecha, izquierda, o hacia adelante, veremos multitud de cabezas, las de los corredores. Sin embargo, ¿Qué pasaría si mirásemos hacia arriba o hacia abajo? No veríamos tantas cabezas, ¿verdad? Lo mismo nos pasa a nosotros. La Tierra la podemos considerar un corredor más en esta muchedumbre que se llama Vía Láctea, si miramos en dirección a ella, veremos multitud de estrellas (además de otros componentes como gas y polvo, pero de esto hablaremos más adelante), sin embargo, si miramos perpendicular al disco de nuestra galaxia (me permito el lujo de meter un pequeño tecnicismo pero que entendéis perfectamente, ¿verdad?)… ¡no veremos tantas estrellas! Un recordatorio, por si hay algún despistado por ahí. TODAS las estrellas, cúmulos y nebulosas que observamos en el firmamento pertenecen, no sólo a nuestra Galaxia, sino a nuestra vecindad solar, es decir, están cerquita de nosotros ¡el gas y el polvo que también se encuentra en nuestra galaxia nos impide observar los astros más lejanos!
Continuando por nuestro rápido viaje a lo largo del cielo de una noche de enero podemos ver cómo hacia poniente se oculta temprano Pegaso, y luego le siguen las constelaciones más destacadas del grupo de Andrómeda, típicas del otoño. Tauro, Orión y el Can Mayor siguen siendo visibles en buenas condiciones (véase la descripción del cielo de diciembre, donde se comentan estas constelaciones), inmediatamente al oeste de la Vía Láctea va tomando el relevo la región del Can Menor, Géminis y el Cochero (Auriga). Sobre nuestras cabezas, y siguiendo la línea imaginaria descrita por la Vía Láctea podemos percibir claramente los bonitos campos delimitados (y muy ricos en estrellas) por Perseo y Cassiopea cruzando la Vía Láctea. Hacia el Este, y conforme avance la noche, las constelaciones de Leo y Cáncer irán cogiendo importancia, así como la Osa Mayor irá resurgiendo desde el horizonte Noreste presentándonos una imagen de majestuosidad inigualable.
Una vez que tenemos nuestro equipo de observación preparado, el reconocimiento de todas y cada una de las constelaciones anteriormente mencionadas nos permitirá la necesaria adaptación de nuestros ojos a la oscuridad con el objetivo de sacar un mayor provecho a nuestro instrumental y, claro está, con el de disfrutar plenamente de una noche nítida de enero. Pues bien, una vez que tenemos una idea clara de todo lo que hay encima de nuestras cabezas, centrémonos en las tres constelaciones en las que vamos a centrar nuestra observación durante este mes de enero, aunque si se os queda pequeño, siempre podréis dar el salto a otras constelaciones detalladas en otros meses y que también son visibles en este mes. ¡Planificad vuestro propio viaje! Seguro será fascinante.
El Can Menor (o Canis Minoris, perro pequeño) representa, de acuerdo a la mitología griega, uno de los perros que seguían a Orión (el cazador). Se trata de una constelación bastante pequeñita (ocupa el puesto 71 de acuerdo a su tamaño) y presenta una ausencia casi absoluta de objetos de interés para el aficionado a la astronomía observacional con instrumentos modestos. En esta constelación caben destacar las estrellas alpha (Proción) y beta (Gomeisa) Canis Minoris. Proción, el astro más brillante del Can Menor, sería una estrella mucho más conocida si no quedara ensombrecida por Sirio, que siempre culmina algo antes que ella y que es la estrella más brillante que podemos observar desde el hemisferio norte (con una magnitud aparente de -1.46). Sin embargo, Proción (Procyon, α Canis Minoris), es una de las estrellas de mayor brillo aparente en el firmamento celeste (magnitud aparente de 0.34). No es un astro intrínsecamente muy potente y debe su pertenencia a la destacada clase de los astros de magnitud cercana a cero a su relativa cercanía, dado que su distancia se estima en algo menos de 11.41 años-luz (es la decimotercera estrella en cercanía a la Tierra). Esta cercanía convierte también a Proción en una de las estrellas perceptibles a simple vista con un mayor movimiento propio, superior a un segundo de arco por año: llega a recorrer sobre el cielo el tamaño aparente de la Luna llena en menos de 1500 años, lo que hace de esta estrella uno de los escasísimos rasgos que han cambiado en el cielo de manera evidente a lo largo de los tiempos históricos, pero no os preocupéis, a lo largo de una vida humana media (pongamos unos 75 años) no habrá llegado a moverse ni una centésima parte del ángulo cubierto por nuestro dedo índice con el brazo extendido.
Al norte del Can Menor yace la conocida constelación de Géminis, atravesada por la eclíptica, por lo que según la fecha puede albergar la Luna o algún planeta en su interior. Géminis es la constelación que ocupa la posición 30 si las ordenamos de mayor a menor área en el firmamento (514 grados cuadrados).Las dos estrellas más brillantes de esta constelación reciben los nombres de los gemelos mitológicos Cástor y Pólux (Castor, α Geminorum; Pollux, β Geminorum). A pesar de su aspecto semejante en el cielo de la Tierra, se trata de objetos muy distintos entre sí. Pólux es algo más brillante en apariencia, pero posee una potencia muchísimo mayor que la de Cástor, al tratarse de una estrella gigante anaranjada situada a poco más de unos 30 años-luz de distancia. En contraste, Cástor, es un complejo sistema múltiple que dista de nosotros unos 50 años-luz, formado por nada menos que seis estrellas juntas, la más luminosa de las cuales es una estrella muy blanca. Hoy está confirmado que Pólux posee al menos un planeta girando a su alrededor. Esta constelación es fácilmente reconocible a simple vista gracias a estas dos estrellas brillantes y su asterismo representa a ambos gemelos cogidos de la mano (con las estrellas Castor y Pollux como sus cabezas). La Vía Láctea cruza la parte meridional de Géminis, convirtiendo a esta constelación en una parada obligatoria por su riqueza y diversidad de objetos (cúmulos abiertos, nebulosas planetarias, remanentes de supernova, etc).
Los dos objetos principales de cielo profundo que podemos encontrar en esta constelación son el cúmulo abierto M35 (junto a NGC2158) y la nebulosa planetaria del esquimal (NGC2392).
- M35 y NGC2158:
Información general: M35 y NGC2158 forman un claro ejemplo de cómo las distancias y el tiempo cósmico nos pueden inducir a confusión. Ambos son cúmulos abiertos, agrupaciones de cientos o miles de estrellas formadas recientemente (hace unos cientos de millones de años, aunque algunos pueden llegar a los miles de millones de años), pero con características bien distintas. Mientras que M35 tiene una masa de unas 2500 masas solares de estrellas fundamentalmente jóvenes (color azulado en la imagen adjunta), NGC2158 es 6 veces más masivo y está formado por estrellas más viejas que las que componen M35. La mayor distancia a NGC2158 hace que se nos muestre con un tamaño bastante menor y la unión entre distancia y edad hace que éste parezca más débil que M35.
Localización y observación: Géminis es fácilmente reconocible en el cielo de Invierno gracias a su forma característica y al brillo de Cástor y Pólux. Para encontrar este par de cúmulos abiertos debemos localizar las estrellas μ y η Gem y desplazarnos partiendo de la η (buscador o prismáticos) la misma distancia que las separa hacia el Noroeste (ángulo de unos 120º) y encontraremos un grupo de estrellas grande y brillante, M35. A través de un telescopio ocupa casi todo el campo con pocos aumentos y podemos contar unas 60 estrellas brillantes y azules. Desplazándonos hacia el Suroeste (poco, manteniendo a M35 en el campo) vemos 6 estrellas que, a modo de puente, nos llevan a una nube de estrellas no resueltas que conforman NGC2158, un cúmulo abierto que suele pasar desapercibido al observar M35. Una parada en la imagen conjunta de M35 y NGC2158 durante una noche invernal merece, sin ninguna duda, la pena.
Al norte de Géminis destaca la constelación de Auriga, el Cochero, ocupando 657 grados cuadrados en el cielo nocturno (posición 21) y constelación en la que podemos encontrar la brillantísima Capela (Capella, α Aurigae), uno de los astros más brillantes del cielo y que desde nuestras latitudes destaca muy en especial porque culmina cerca del cenit. Si Vega es la estrella blanca de las noches de verano, Capela lo es de las de invierno. Se trata en realidad de otro sistema múltiple compuesto por cuatro estrellas que orbitan formando dos parejas, aunque cada uno de estos pares es tan apretado que no se pueden separar ni con los telescopios más potentes. La distancia a Capela se estima en unos 40 años-luz. A simple vista, Capela destaca por su brillo intenso y su blancura, pero también por el curioso triangulito isósceles de estrellas de tercera magnitud que yace justo al sudoeste de esta estrella. De estas tres estrellitas, la que menos dista en apariencia de Capela es épsilon de Auriga, uno de los sistemas estelares más exóticos conocidos, formado por una estrella central en torno a la que gira otra rodeada de un enorme disco de polvo y gas.
La constelación de Auriga comparte la riqueza de cúmulos estelares abiertos con su vecina Géminis, aunque es en esta constelación donde un mayor número de ellos podemos encontrar. Con unos modestos binoculares podemos fácilmente observar el conjunto deM36, M37 y M38. Estos tres cúmulos abiertos se encuentran a 4100, 4000 y 4200 años-luz con lo que podemos decir que se encuentran «relativamente» cerca el uno del otro (astronómicamente hablando, no me malinterpretéis). Aparte de estos tres cúmulos abiertos, caben destacar otros cúmulos abiertos como NGC2281, NGC1907, NGC1893, NGC1857, NGC1778 o NGC1664. Otro objeto a destacar en esta rica región estelar cercana a la Vía Láctea es la conocida como Flaming Star Nebula (IC405-IC410) localizada a media distancia entre M38 y la estrella iota Aurigae, objetivo para aficionados a la astrofotografía.
Con esto terminamos nuestro viaje por el cielo de Enero. No es una guía completa de lo que se puede observar en enero o en las 3 constelaciones en las que nos hemos centrado. Animamos a los lectores a buscar más información, a planificar sus propias observaciones y a descubrir la grandeza de una noche de Enero estrellada. Os esperamos el próximo mes, cuando recorreremos las constelaciones circumpolares de la Osa Mayor, la Osa Menor y Camelopardalis (la jirafa).
Por Tomás Ruiz Lara (@owl_astro)
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