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31 Jul 2023. Andalucía

Dos superlunas darán la bienvenida y despedida al mes de agosto, la última una Luna azul

La Luna no se ve del mismo tamaño todas las noches. A los cambios de fase se suma que su órbita alrededor de la Tierra es elíptica y, por lo tanto, no se encuentra siempre a la misma distancia del planeta; cuando está en el punto más próximo (perigeo), la vemos más grande, y cuando se sitúa en el más alejado (apogeo), más pequeña. Cuando la Luna llena sucede cerca del perigeo, como ocurre este 1 y 31 de agosto, se denomina superluna, pues tendrá un tamaño y brillo más intenso, aunque difícil de percibir a simple vista. Al registrarse dos lunas llenas en el mismo mes tendrá lugar otra efeméride astronómica más, la Luna azul

superluna

El cielo del mes de agosto comienza y acaba este 2023 con dos superlunas (el 1 y el 31 de agosto). Además, la segunda de ellas es una Luna azul. Pero vayamos por partes, ¿qué es exactamente una superluna?

El investigador Miquel Serra Ricart, del Instituto de Astrofísica de Canarias, explica que la Luna orbita alrededor de la Tierra con un periodo de aproximadamente 27 días si se toman como referencia las estrellas lejanas, pero como durante ese tiempo nuestro planeta también se mueve alrededor del Sol, esto hace que cada ciclo lunar visto desde nuestro planeta se alargue hasta unos 29 días en promedio para la repetición de la misma fase lunar (por ejemplo, entre una Luna llena y la siguiente). Pero además, esta órbita no es circular, sino elíptica, con un punto denominado apogeo donde la Luna está más alejada de la Tierra y otro más cercano llamado perigeo, donde sucede lo contrario.

La superluna ocurre de 3 a 5 veces al año, cuando ese perigeo se produce cerca de la fase de Luna llena. Concretamente, este 2023 la primera Luna llena cercana al perigeo, la primera superluna, se produjo el pasado 3 de julio, y la seguirán las dos de agosto, y una última el 29 de septiembre.

Luna perigeo apogeo

Mínimo perigeo lunar y máximo apogeo en el periodo que va desde los años -1999 a 3000. La diferencia de tamaños aparentes de la Luna vista desde la Tierra asciende a un 14 %. Ilustración: Gabriel Pérez Díaz, SMM (IAC). Fuente: Fred Espenak @astropixels.com

El término superluna fue acuñado a finales de los años 70 de una forma poco científica, cuando el astrólogo (que no astrónomo) Richard Nolle lo mencionó en el magazín Dell Horoscope para referirse a una Luna llena o nueva que se produjeran cercanas al perigeo, el punto de la órbita lunar más cercano a nuestro planeta. El término se popularizó solo para los plenilunios y hoy día hace referencia a la percepción que tenemos desde la Tierra del mayor diámetro y brillo de la Luna llena.

Se ha calculado que en el periodo de 5000 años que va desde 1999 a C. hasta el 3000 d.C., la distancia del perigeo lunar habrá variado desde 356 355 a 370 399 km, mientras que el apogeo lunar variará de 404 042 a 406 725 km.

En concreto, este 1 de agosto la superluna estará a 357 530 kilómetros, según se puede consultar en Astropixels, mientras el 31 de agosto estará a 357 344 kilómetros. Ambos espectáculos astronómicos se podrán observar tanto la noche anterior como posterior.

¿Se pueden percibir las diferencias de la superluna a ojo?

Es cierto que una Luna llena cercana al perigeo, una superluna, aparece en el cielo más grande y bastante más brillante que una Luna llena normal. Sin embargo, conviene advertir que a simple vista no se percibe este incremento de tamaño o de brillo, porque la mente humana es muy mala recordando este tipo de detalles. Solo si se efectúan medidas con telescopios y aparatos precisos se puede comprobar el efecto de la superluna. Aun así, nada nos impide contemplar las superlunas de este año siendo conscientes de su brillo y cercanía, aunque no se perciba de manera sencilla.

El incremento del diámetro aparente de nuestro satélite natural alcanza hasta un 14 por ciento cuando se compara una Luna llena en el perigeo (una superluna) con una Luna llena en el apogeo. Este aumento del diámetro implica un incremento del brillo aparente de nada menos que del 30 por ciento respecto a una Luna llena en el apogeo. Esta diferencia de luminosidad existe, es real y puede medirse, pero al observar a simple vista puede quedar enmascarada muy fácilmente por las nubes, la extinción de la luz debida a la atmósfera (que es muy variable), la altura de la Luna sobre el horizonte, o la contaminación lumínica de nuestros pueblos y ciudades.

En realidad no hay reglas flotando en el cielo para medir los diámetros de la Luna, aunque los científicos sí tienen algunas herramientas para valorarlo. «Calculamos el cambio angular aparente en la Luna llena», señala Serra, quien apunta que la diferencia máxima de tamaño angular de la luna llena entre el apogeo y el perigeo (superluna) es de cuatro minutos de arco.

«Como referencia podemos tomar el tamaño que ocupa en el cielo nuestro dedo meñique cuando lo observamos con el brazo extendido, que es de sesenta minutos de arco –compara–. En promedio, la luna llena tiene un tamaño angular (diámetro aparente) de 30 minutos de arco: ¡la mitad del dedo meñique!».

diámetro angular meñique

Diámetro angular (minutos de arco) de las mayores superlunas entre los años 2000 y 2048 comparadas con el tamaño angular que tiene nuestro dedo meñique (su anchura) cuando lo observamos con el brazo extendido. Las gráficas están a escala. La diferencia máxima entre superlunas se produce entre los fenómenos del año 2017 y el de 2016 y es de tan solo 8 segundos de arco. Esta variación es imposible de percibir a simple vista, como se muestra en la figura. Imagen: IAC

Por tanto, en la situación más favorable, una superluna tendrá un diámetro cuatro minutos de arco mayor que una Luna llena en el apogeo, es decir, el incremento de diámetro angular es de solo la quinceava parte del tamaño angular de nuestro dedo meñique. «Realmente es muy difícil distinguirlo a simple vista», reconoce el astrónomo, pero el efecto es real. En esta ocasión, el 1 de agosto el tamaño aparente de la Luna será de 33.42 minutos de arco y el día 31 aumentará a 33.44. El aumento del brillo es aún mayor, porque el resplandor aparente del disco lunar crece con el cuadrado del diámetro, al estar relacionado con el área aparente del disco. Pero, aun así, no es sencillo captar este cambio sin instrumentos complejos.

Influencia en las mareas

A veces se sugiere que el incremento de la atracción gravitatoria entre la Tierra y la Luna durante una superluna podría producir perturbaciones geológicas, como terremotos o tsunamis, pero en realidad ese incremento es demasiado pequeño para causar tales efectos. El único efecto que se puede observar en nuestro planeta es que las mareas sean un poco más vivas de lo habitual, además del espectáculo que supone disfrutar de la Luna en todo su esplendor.

Según explica la NASA, las mareas altas y bajas serán más extremas con una Luna llena de perigeo y más aún en casos de perigeo extremo. Los extremos son mayores debido a la diferencia en la atracción gravitacional de la Luna a través del diámetro de la Tierra. Cuando la Luna está cerca, el diámetro de la Tierra es una fracción ligeramente mayor de la separación Tierra-Luna. Esto significa que la atracción gravitatoria de la Luna sobre los océanos (y la corteza de la Tierra) tiene una mayor diferencia entre el punto en la Tierra más cercano al centro de la Luna y el punto en la Tierra diametralmente opuesto (la antípoda). Esto refuerza los efectos de las mareas, de lo cual podríamos percatarnos al observar la línea de pleamar o de marea baja en una playa. Sin embargo, de nuevo, este efecto no se aprecia a simple vista y tan solo los aparatos más precisos, los mejores «mareoógrafos», podrán captar el cambio.

En definitiva, una superluna es una gran oportunidad para observar nuestro satélite y es un fenómeno astronómico interesante y real, pero desde el punto de vista científico no pasa de anécdota; es simplemente una curiosidad científica.

Superluna faro San Sebastián Cádiz

Superluna captada desde el faro de San Sebastián (Cádiz). Imagen: Antonio José Seco Amaya/ Flickr

¿Qué es la Luna azul?

Hablábamos de tamaño y brillo al definir la superluna, pero ¿realmente cambia la Luna de color? Lamentablemente, es otro de los fenómenos astronómicos en que las palabras no describen exactamente el concepto al que se refieren, como ocurre por ejemplo con las estrellas fugaces, que nada tienen de estrellas, o las nebulosas planetarias, sin relación alguna con los planetas.

La denominación Luna azul es algo reciente, según explica la NASA, y se refiere a la segunda Luna llena ocurrida durante el mismo mes, que en este 2023 será también una superluna al igual que la primera, y tendrá lugar el 31 de agosto.

La definición moderna surgió en la década de 1940, en Estados Unidos. En aquellos días, el almanaque de los granjeros de Maine ofrecía una definición de Luna azul tan complicada que muchos astrónomos no lograban entenderla. Involucraba factores como las fechas eclesiásticas de Pascua y Cuaresma, años tropicales y la aparición de las estaciones según el Sol medio dinámico. Con el objetivo de explicar el fenómeno de la Luna azul en términos sencillos, la revista Sky & Telescope publicó un artículo en 1946 titulado ‘Una vez cada Luna azul’. El autor, James Hugh Pruett (1886-1955), citó el almanaque de Maine y señaló que la «segunda [Luna llena] en un mes, según mi interpretación, se llama Luna azul».

La explicación no era del todo correcta, pero al menos se podía entender. Y así nació la moderna Luna azul. El fenómeno cobró popularidad en 1999, cuando se produjo dos veces en el mismo año, en enero y marzo. Fue esta una anomalía, pues habitualmente tiene lugar cada dos o tres años, debido a la duración de los meses en el calendario gregoriano y su disparidad con los calendarios lunares.

No es de extrañar, por tanto, que los hablantes de lengua inglesa usen la expresión «once in a blue moon«, («una vez cada Luna azul») para referirse a algo raro, que no ocurre casi nunca y, hasta quizás, absurdo.

Pero volvamos a lo que realmente importa, ¿se verá azul la Luna del 31 de agosto? Las llamadas lunas azules se ven pálidas y blancas, exactamente igual que vemos nuestro satélite cualquier otra noche del año. El solo hecho de incluir una segunda Luna llena en un mes del calendario no cambia su color.

Solo podría tornar su color a ligeramente azul en caso de ser vista a través de, por ejemplo, un grupo de nubes que tuviera partículas de humo y cenizas, pero esta circunstancia no tiene nada que ver con el fenómeno astronómico, que es solo una efeméride sin ninguna otra diferencia visual respecto de cualquier Luna llena normal.

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