El IAA desarrolla un estudio que muestra un descenso de la contaminación lumínica en Granada durante el confinamiento
Los periodos de confinamiento impuestos debido a la pandemia producida por la Covid-19 produjeron un claro y generalizado descenso en la contaminación ambiental en las ciudades. Un grupo de investigadores, encabezado desde el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), desarrolló un proyecto para medir los efectos, más difíciles de determinar, de la disminución de la iluminación en la contaminación lumínica, un problema derivado de la iluminación artificial que se ha relacionado con perjuicios en nuestra salud y en la de los ecosistemas.
Este trabajo pone de manifiesto una de las carencias que los expertos en calidad del cielo ya conocían, relacionado con una de las pocas herramientas espaciales disponibles para la toma de datos. “Si comparamos imágenes de satélite antes y durante el confinamiento apenas se notan cambios, pero si nos fijamos en datos tomados en tierra ahí vemos algo diferente, y por dos motivos principales: el satélite pasa de madrugada, cuando la actividad humana ya ha cesado, y es `ciego´ a la luz azul, rango en el que emiten muchos de los LEDs usados a día de hoy”, apunta Máximo Bustamante-Calabria, investigador del IAA-CSIC que encabeza el trabajo.
En cambio, los datos recogidos en Granada con fotómetros en tierra, equipados con diferentes filtros, muestran un claro descenso en el brillo del cielo durante las primeras horas de la noche, concretamente de un 20% en términos generales y de casi un 40% en la luz azul, debido sobre todo al descenso de la actividad económica. En cambio, de madrugada los cambios han sido menores, con una reducción de entre un 5% y un 10%, lo que sí concuerda con los datos de satélite. El equipo ha creado una aplicación web que permite visualizar en qué lugares se ha producido una reducción en alumbrado exterior que está en funcionamiento en la madrugada. En general, la reducción ha sido mínima, con la excepción de los aeropuertos y un par de ciudades.
“Es evidente que la emisión de luz está muy vinculada a la actividad humana, y esta se desarrolla sobre todo antes de la medianoche, pero hemos comprobado que la contaminación atmosférica también influye. Hemos comprobado que existe una importante correlación entre la concentración de partículas y el brillo del cielo, debido a que los aerosoles y partículas tienen un papel importante en la dispersión de la luz. Así, la disminución de brillo en las primeras horas de la noche se debe sobre todo a la ausencia de tráfico durante el confinamiento y a la transparencia del aire, así como al apagado del alumbrado privado. La pequeña variación de madrugada nos dice que el alumbrado público no ha tenido un comportamiento distinto al que tenía programado antes del confinamiento” indica Máximo Bustamante-Calabria.
El estudio empleó cámaras DSLR y cámaras de 360 para documentar aforos y actividad en calles y fachadas y, en paralelo, se utilizaron fotómetros SQM y TESS para la monitorización continua del brillo de cielo. “Vemos que, para el estudio de la contaminación lumínica como indicador de la actividad humana nocturna, resulta de momento más útil la fotometría en tierra, y en especial en la banda azul. De hecho, nuestro estudio es prácticamente el único que ha podido detectar los efectos del estado de alarma gracias al uso de datos en tierra”, apunta Alejando Sánchez de Miguel, investigador del IAA-CSIC y de la Universidad de Exeter que participa en el trabajo.
EL COMPROMISO DEL IAA POR LA CALIDAD DEL CIELO
Desde principios de este siglo se han documentado los riesgos de la contaminación lumínica, tanto para los ecosistemas como la salud humana, debido a la modificación de los ciclos de día y noche: la mitad de Europa sufre una “pérdida de la noche” generalizada. El IAA ha participado en estudios pioneros que analizan la evolución y los efectos de la contaminación lumínica y que mostraron, en 2017 y 2018 respectivamente, que las superficies iluminadas en el planeta crecen de media más de un 2% al año, a pesar de la introducción de sistemas de iluminación más eficientes, y que la exposición a la luz azul durante la noche produce un mayor riesgo de padecer cáncer de mama y próstata. Este ámbito de estudio vino acompañado de la creación de la Oficina de calidad del cielo del IAA, para defender el cielo oscuro como recurso científico, cultural y medioambiental, y que ha sido la impulsora de este proyecto en colaboración con el Ayuntamiento de Granada.