Una auténtica (e inquietante) estrella de Navidad
Barwell, condado de Leicestershire, Inglaterra
24 de diciembre de 1965, 14:20 (UTC):
Todo preparado para celebrar la Nochebuena. La particular humedad del ambiente inglés, en vísperas de Navidad, se fundía con el frío característico de esta época del año, lo que no aplacaba la ilusión de los grupos de niños que iban casa por casa ofreciendo villancicos, ni la de los ciudadanos por reunirse con sus familias, un año más, al amparo de la chimenea. En tales circunstancias, no cuesta imaginar que la aparición en el cielo de una bola de fuego, seguida de un estruendo explosivo, generara cierto revuelo y llamara la atención de los medios de prensa locales.
En pleno desarrollo de la Carrera Espacial, cualquier cosa que rompiera la aparente tranquilidad de los cielos era susceptible de ser pasto mediático, y de generar inquietud en la población. Pero no: lo que ese 24 de diciembre ocurrió en los cielos de Barwell y alrededores no fue ninguna prueba astronáutica, y tampoco ninguna demostración de poder estadounidense ni soviético. Fue nada más y nada menos que la aproximación de un objeto de naturaleza asteroidal que, sucumbiendo ante la gravedad terrestre, penetró en la atmósfera de nuestro planeta, explotó y sus restos cayeron a la superficie en forma de meteoritos. Debemos tener en cuenta que la meteorítica en concreto, y la astrogeología en general, eran disciplinas científicas recién nacidas.
Durante esa tarde, solo dos meteoritos fueron recuperados: uno impactó sobre la carretera, donde generó un pequeño cráter y diversos pedazos, uno de los cuales salió eyectado hacia la casa del matrimonio Grewcock y rompió una de sus ventanas; el otro aterrizó sobre el capote del Vauxhall Viva del ciudadano Percy England, quien tiró la roca pensando que había sido arrojada por gamberros.
El meteorito Barwell es de tipo condrita, el cual engloba un género de meteoritos rocosos procedentes de asteroides muy antiguos. Aunque las singularidades contextuales de la caída de este meteorito lo convierten en una pieza de elevado valor coleccionista (¡fue una auténtica estrella de Navidad!) no debemos olvidar que su interés, como el de cualquier otra pieza meteorítica, va mucho más allá, pues se trata de un auténtico mensajero de información acerca de la historia y composición del Sistema Solar. Por otra parte, el que haya caído en víspera navideña nos recuerda que un suceso de este tipo puede ocurrir en cualquier momento, por lo que le invitamos a mirar al cielo a menudo: nunca se sabe cuándo se puede ser partícipe de algo tan extraordinario.
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