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Fotografía ilustrativa del artículo

Williamina Fleming, de criada a ordenar el cielo y descubrir estrellas

Quien le iba a decir a Williamina Paton Stevens Fleming (1857-1911) cuando empezó a trabajar como sirvienta en la casa del director del Observatorio de Harvard que acabaría convirtiéndose en una de las astrónomas que han pasado a la historia por, entre otros logros, el descubrimiento de cientos de cuerpos estelares, algunos de ellos tan sobresalientes como la bella nebulosa Cabeza de Caballo. Fue la primera y llegó a dirigir el conocido como Harén de Pickering, un grupo de mujeres que reformó y modernizó la astronomía, poniendo orden al cielo, a pesar del tedioso trabajo rutinario al que se enfrentaban a diario en el observatorio. Su vida, como la de muchas otras, no fue nada fácil.

A la edad de 20 años, esta escocesa emigró a Estados Unidos con su marido, quien la abandonó estando embarazada tan solo dos años después de casarse. La situación la obligó a buscar un trabajo donde fuera, así que pese a haber ejercido como maestra durante un tiempo en su Dundee natal, se postuló y consiguió un puesto como criada al servicio del que fuera director del Observatorio de Harvard, Edward Pickering.

Desde su nombramiento al frente de la institución astronómica, Pickering había abandonado la observación visual de planetas y estrellas para centrarse en la astrofotografía temprana. Para ello había creado un equipo dedicado al análisis de las rudimentarias imágenes captadas con los telescopios de Harvard y otros centros para catalogar los astros. Sin embargo, el volumen de datos que llegaba al observatorio era tal, que cada excedía la capacidad de su personal para analizarlos.

Williamina_Fleming

Williamina Fleming examina una fotografía en busca de datos astronómicos. Imagen: Universidad de Harvard

Inicialmente eran hombres quienes desempeñaban esta tarea, aunque parecía no estar muy satisfecho con su labor cuando -según cuenta la leyenda pues no hay escritos que lo atestigüen- llegó a decir que hasta su asistenta podría hacerlo mejor. Fuera por la frustración, por la mano de obra barata o por las cualidades que había visto en Williamina, lo cierto es que la joven comenzó a trabajar en el Observatorio en 1881.

Al principio fue un empleo temporal para realizar tareas y cálculos matemáticos sencillos, pero pronto pasó a ser miembro permanente al frente del grupo conocido como las Computadoras de Harvard, también popularizado entre la comunidad científica del momento como el Harén de Pickering.

La primera del Harén de Pickering

Más de 80 mujeres pasaron por este grupo calculando y catalogando datos durante el mandato de Pickering, entre ellas otras astrónomas que han pasado a la historia como Henrietta Leavitt, que más tarde descubriría un método para medir el cosmos. De muchas de ellas apenas conocemos sus nombres, pues son más recordadas como colectivo, pero no hay duda de que sentaron las bases de la astronomía moderna y pusieron orden al cielo. Aunque no formó parte de este grupo, también pasó por el observatorio de Harvard otra científica célebre como Cecilia Payne.

Al igual que Williamina Fleming, las primeras reclutadas en el Harén de Pickering fueron féminas sin formación científica. Organizadas en parejas, una observaba las placas de cristal en las que se plasmaban las fotografías y espectrografías de las estrellas mientras la otra realizaba las anotaciones oportunas en unas tablas. Otra de las tareas era aplicar fórmulas matemáticas para calcular la posición, brillo y color de las estrellas que estaban analizando. También se encargaban de reducir las fotografías, teniendo en cuenta aspectos como la refracción atmosférica, para mostrar la imagen lo más clara y sin adulteraciones posible. Así lo recogió Fleming en su diario:

«En el edificio de Astrofotografía del Observatorio, 12 mujeres, entre las que me incluyo, nos dedicamos al cuidado de las fotografías…. Día a día mis funciones en el Observatorio son tan parecidas que habrá poco que describir fuera del trabajo rutinario de medición, examen de fotografías y del trabajo involucrado en la reducción de estas observaciones».

El harén de Pickering

El harén de Pickering (a la izquierda). Williamina Fleming es la mujer que está en pie. Imagen: Universidad de Harvard

Como resultado del trabajo de estas mujeres, principalmente de nuestra protagonista, Pickering publicó en 1890 el primer Catálogo Henry Draper, con más de 10 000 estrellas clasificadas acorde a su espectro en 17 tipos. La colección debe su nombre al astrónomo cuya viuda donó el dinero necesario para financiar el proyecto. ​En total se editaron nueve volúmenes que analizaron 225 000 espectros, dando lugar a un nuevo esquema de clasificación estelar. Este sería revisado y mejorado posteriormente por una de las discípulas de Fleming, Annie Jump Cannon, el cual es la base del sistema que se utiliza en la actualidad.

Desde nebulosas a la primera enana blanca

Tanto en sus escritos como en los de sus compañeras, Williamina aparece como una astrónoma talentosa, «dotada de una gran agudeza visual y de una mente clara y lógica» que le permitió desarrollar con eficacia el trabajo de análisis espectral y clasificación estelar. Con anterioridad al Catálogo Draper ya había publicado sendos artículos en The Astrophysical Journal sobre nuevas estrellas variables.

Pero su trabajo más reconocido es el que tiene que ver con la Placa 2312, captada el 6 de febrero de 1888 por William Henry Pickering, hermano de Edward, retratando una zona de la constelación de Orión. Sobre ella Fleming describió que se trataba de «una nebulosidad con forma de semicírculo, intensa y bien delimitada». Se refería a la nebulosa Cabeza de Caballo, una de las más icónicas y reconocibles del firmamento por su peculiar forma de la que el telescopio espacial Hubble ofrecería muchos años después una impresionante imagen bajo una nueva luz, en infrarrojos, y más recientemente, el telescopio de la misión Euclid.

Nebulosa Cabeza de caballo

Foto original de la placa B2312, en la que se descubrió la nebulosa Cabeza de Caballo. Imagen: Universidad de Harvard

La astrónoma escocesa descubrió durante toda su carrera otras 58 nebulosas gaseosas, 310 estrellas variables, 10 novas y hasta un nuevo tipo de estrella: la enana blanca, un astro muy denso y caliente que estudió espectralmente. También estableció los primeros estándares fotográficos de magnitud, utilizados para medir el brillo de las estrellas variables.

Su labor fue reconocida públicamente con su nombramiento en 1899 como Conservadora del Archivo de Fotografías Astronómicas en Harvard, tratándose del primer cargo institucional que la universidad concedía a una mujer, tras más de 20 años en la institución. Unos años más tarde, en 1906, consiguió una plaza honoraria en la Royal Astronomical Society de Londres, otro puesto que se otorgaba por primera vez a una fémina. También recibió un premio honorario del Wellesley College, universidad privada femenina estadounidense, y poco antes de su muerte, la medalla Guadalupe Almendaro  concedida por la Sociedad Astronómica de México por el descubrimiento de nuevas estrellas variables.

Junto a otras compañeras del Harén de Pickering -Annie Jump Canon, Antonia Maury y Henrietta Leavitt-, Williamina Fleming forma parte del privilegiado grupo de mujeres que da nombre a un cráter en la Luna, así como a una nebulosa.

nebulosa Fleming

La nebulosa planetaria Fleming vista con el Very Large Telescope. Imagen: ESO

Desigualdad patente

Lo que hizo Pickering al contratar a un equipo de mujeres para analizar los datos del observatorio fue algo inaudito, máxime teniendo en cuenta que por aquel entonces no había presencia femenina en la Universidad de Harvard, ni profesoras, ni alumnas. El apodo que dieron al grupo lo dice todo. Sin embargo, cuesta presentarlo como un hombre totalmente progresista, al limitar el trabajo de las asistentas a tareas principalmente administrativas, reforzando el ideario machista de la época de que, o bien se dedicaban al cuidado del hogar y los hijos, o a labores de secretaría.

Además era una tarea tediosa, que se prestaba a una fuerza laboral más barata y menos formada, capaz de clasificar estrellas en lugar de observarlas. Williamina y sus compañeras dedicaban seis días a la semana estudiando fotografías y ganando entre 25 y 50 centavos la hora, la mitad de lo que habría ganado un hombre. Una desigualdad que le indignaba y de la que dejó constancia en su diario:

«12 de marzo de 1900. He tenido una conversación con el director en referencia a los salarios de las mujeres. Él parece pensar que ningún trabajo es demasiado o excesivamente duro para mí, independientemente de la responsabilidad o de la cantidad de horas. Pero si saco a relucir la cuestión del sueldo me dice inmediatamente que recibo un salario excelente con respecto a los estándares femeninos. […] A veces me siento tentada de abandonar y dejar que contrate a un hombre para hacer mi trabajo, de modo que se dé cuenta de lo que obtiene por mil quinientos dólares al año conmigo comparado con los dos mil quinientos de otros asistentes. ¿Piensa él alguna vez que tengo una casa y una familia a la que atender igual que los hombres? Pero supongo que una mujer no tiene derecho a semejantes comodidades. ¡Y esta se considera una época ilustrada!… El director espera que trabaje de 9 a 6 aunque mi horario es de siete horas al día y me siento casi al borde del colapso. Ciertamente hay una gran presión en el trabajo pero ¿por qué dejar caer tanta sobre mí y pagarme tan poco con respecto a otros, que vienen y van y se toman las cosas con tranquilidad?»

El del sueldo no fue el único menosprecio. Como otras mujeres tuvo que resignarse a que un hombre, en este caso su jefe, firmara sus trabajos. Concretamente en el artículo donde Edward Pickering anunció el  descubrimiento de la nebulosa Cabeza de Caballo se señalaba explícitamente que el trabajo había sido realizado por la astrónoma, pero el responsable de recopilar la información para el primer catálogo obvió su nombre, atribuyendo los hallazgos al director, «error» que fue subsanado en la segunda publicación.

* Imagen de portada: Universidad de Harvard

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