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¿Impactará un asteroide contra el planeta Tierra?

Fuente: ESA

Asteroide

Diariamente impactan asteroides pequeños (meteoroides) contra nuestro planeta. Se calcula que alrededor de una tonelada de material cae por día a la Tierra. Esto es normal y nosotros lo vemos como estrellas fugaces. El peligro no reside en estos objetos pequeños, sino en los asteroides grandes, mayores que unos kilómetros, en caso de que caigan en la Tierra.

Es muy poco probable que uno de estos enormes asteroides impacte en nuestro planeta, pero las rocas de pequeño y medio tamaño son bastante comunes en el Sistema Solar, y también pueden causar graves daños.

Estos asteroides en ocasiones llegan a la superficie del planeta, pero hasta los que se desintegran en la atmósfera, como sucedió en  Cheliábinsk, pueden provocar fuertes explosiones con ondas expansivas que llegan a hacer estallar el vidrio, dañar edificios o lesionar a todo el que se encuentre cerca. En concreto, el asteroide que explotó sobre la ciudad rusa de Cheliábisnk en febrero de 2013, impactó a 80 kilómetros de la localidad. Se trataba de un meteoroide de unos 18 metros de diámetro cuya onda expansiva provocó muchos daños materiales y cientos de heridos leves.

El término «objeto cercano a la Tierra» (NEO) hace referencia a cualquier objeto natural, como los asteroides, cuya órbita puede llevarlo cerca de nuestro planeta. A fecha de marzo de 2019 sabíamos de la existencia de más de 600 000 asteroides en el Sistema Solar. El descubrimiento de nuevos objetos ha aumentado de forma drástica durante la última década. Si nos fijamos solo en los cercanos, se conocen actualmente más de 30 000. A principios de la década del 2010, el ritmo de detección de nuevos NEO no llegaba a los 1000 cuerpos anuales. Actualmente se están descubriendo casi 4000 asteroides cada año. De estos, más de 800 se encuentran en la lista de riesgos de la ESA, lo que significa que merecen observaciones de seguimiento detallado.

Esta es una de las medidas de protección de la defensa planetaria, que engloba aquellas medidas que cabría adoptar ante el descubrimiento de un objeto celeste que fuera a impactar contra la Tierra. Hay dos grandes vertientes de actuación, una que podríamos denominar pasiva y otra activa. La defensa pasiva consiste en observar y catalogar todos los objetos potencialmente peligrosos para predecir posibles impactos. La defensa activa, más compleja y aún no viable tecnológicamente, consiste en intentar desviar a propósito un asteroide peligroso que se encontrara en trayectoria de impacto. Ambos enfoques van encaminados a mitigar y prevenir el impacto de amenazas espaciales en beneficio de nuestro punto azul pálido, sus habitantes y las infraestructuras vitales de las que depende nuestra subsistencia.

 

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